jueves, 11 de junio de 2009

Segundo día en tierra:




El sol me golpea los párpados y me obliga a abrir los ojos. Miro a mi alrededor y sonrío. Estoy en mi cuarto, en mi cama, y todo ha sido un sueño. Me froto los ojos y me incorporo lentamente. Busco a tientas junto a mi cama las zapatillas para bajar a desayunar, cuando algo me agarra el tobillo. Grito mientras sacudo la pierna con fuerza y salto de nuevo a la cama. Agarro la almohada, lo único medianamente peligroso de mi cuarto y me asomo al borde de la cama. De pronto, aparece una cara por debajo, una cara extrañamente familiar. Pero...


_ ¿Qué tal, humano? ¿Sabías que aquí debajo hay objetos con más años que yo? ¿Y qué se supone que es esto?- dice ella.


Entonces se arrastra para salir de debajo de mi cama, sosteniendo unos calcetines en la mano. Juraría que yo nunca tuve calcetines negros... Se los arranco, aturullado y le pregunto:

_ ¿Quién eres tú y qué haces en mi cuarto?


_ Me habían dicho que teníais mala memoria pero no esperaba que los humanos olvidasen tan rápido. Cuando me colé en tu cuarto anoche tras nuestra conversación, esperaba algo mejor que una patada como bienvenida.-protesta ella.


_ Espera...- me paro un segundo a pensar. En ese momento caigo en la cuenta- ¡Tu eres la sirena! ¡Pero no tienes cola de pez!


_ Es estupendo que hayas llegado a esa conclusión tú solito. En serio, tu perspicacia me sorprende cada vez más- me dice en tono socarrón.


Este bicharraco está empezando a tocarme la moral, así que le contesto:


_ ¿Y por qué no te buscas a otro al que fastidiar? O mejor aún, ¿por qué no te vuelves a la charca de la que has salido?- le bufo mientras coloco las sábanas y saco mi ropa del armario.


Ella me mira con cara de odio y me contesta:

_ Eres el primer humano que rechaza mi compañía. Lo cierto es que hasta ahora no me habían mandado cuidar de un humano tan joven e inepto, pero todo esto no lo organizo yo, sólo soy una mandada.- se coloca la ropa y entonces caigo en que lleva puesta mi camisa verde y los únicos pantalones cortos que me quedan. No consigo recordar su nombre para insultarla apropiadamente, pero le pregunto:


_ ¿Y por qué se supone que tienes que cuidarme señorita tengo-cola-de-pez-pero-robo-pantalones?


Ella me mira entonces sonriendo y me dice:

_ Ahora llega mi parte preferida. Aquí es cuando yo lo sé todo y tú eres el humano-que-no-tiene-ni-idea.