lunes, 13 de julio de 2009

Segundo día en tierra: segunda parte



Me la quedo mirando atontado. Me mira, segura de sí misma. Le digo, molesto:

_Tienes razón, soy un humano y no tengo ni idea de qué me estás hablando. No necesito una niñera, tengo edad para cuidarme solo.


_Hay cosas para las que nunca estás preparado, por mucha edad que tengas.-me contesta ella. Me deja descolocado, y cuando voy a preguntarle a que se refiere, se da la vuelta y abre mi ventana. Sin ni siquiera volverse para mirarme me dice:


_Te espero en el instituto. Espero que no llegues tarde.-Y salta por la ventana.


Entonces hice lo que cualquier persona normal habría hecho en mi lugar: correr hacia la ventana para comprobar que se ha descoyuntado cada hueso de su cuerpo. Pero al asomarme, pude verla levantarse tan feliz del suelo, sacudiéndose unas briznas de hierba. Mi mente no está procesando toda esta información y por eso todavía conservo la cordura, pero si el alter ego malvado de la sirenita sigue pululando por mi vida como Pedro por su casa voy a sufrir un ataque.

Busco unos pantalones largos con los que no me ase (los cortos saltaron junto con ella por la ventana) y una camiseta cualquiera y bajo a desayunar como un rayo. No quiero que vaya a mi instituto, y menos sola. Imaginarmela presentándose a mis amigos del mismo modo que conmigo me altera de tal forma que golpeo sin querer el vaso, derramando el zumo por la encimera (si hoy tomo café me dará un infarto). Lo limpio rápidamente y salgo disparado hacia la puerta, deseando llegar a tiempo.